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martes, 17 de septiembre de 2019

CUENTOS 3ERO B SECUNDARIA SANTIAGO APÓSTOL

                      SINGULARIDAD

En una casa con aires de humildad. La pequeña niña de 12 años de edad sujeta con firmeza un lapicero azul con la que calculadamente y astucia resuelve los ejercicios de una separata. La intimidad que le ofrece las cuatro paredes de su habitación y el cálido susurro de nostalgia nocturna, le hacen humedecer los ojos y permitir soltar unas pequeñas lágrimas de sus mejillas que le causan escalofríos, chocando contra el papel blanco de una hoja de problemas y letra de selva; con indiferencia limpia los rastros de aquel lamento con las yemas de sus dedos.
Cierro los ojos y por un pequeño momento se olvidad del dolor y aquellas marcas indelebles, producto de una sociedad carente de justicia y conciencia; ignora las heridas que se le han quedado grabadas en su tersa y delicada piel.
“Rara”, “inútil”, “creída” … Lesiones que van más allá de lo físico, cicatrices que se ven todos los días. Mueve la cabeza para alejar el sonido constante de la risa de sus hipócritas “amigos” y trata de reencontrar de manera mental el número de sonrisas llenas de inocencia y sinceridad que tuvo la fuerza de producir esa semana.
-Una niña como tú no tiene razones para estar triste. Si sigues con esa actitud les diré a todos de cómo eres ¡lerda! – Le decía su madre constantemente al más mínimo suspiro que soltaba.
-Perdón, no volverá a suceder- Es todo lo que se limitaba a responder.
Procura ser como una montaña: firme, fuerte, sin expresión alguna; pero su débil personalidad le impedía. Sin embargo, está segura que la vida es hermosa, pero necesita que se lo muestren.
Trataba de ahogar su llanto en un silencioso lamento para ocultar el fuerte dolor que le oprimía el pecho y le impedía hablar.
Está cansada de aquellas personas, de aquellos “amigos” que acostumbran a utilizar todo lo que es fácil de ser utilizado y deshacerse de lo que ya no hay alguna utilidad; está cansada de ser lo que los demás esperan que sea, sin llegar a satisfacerlos completamente; está cansada de fingir un amor propio que le enseñan a diario, pero que no lo retiene desde hace mucho tiempo; está cansada de esta rutina sin sentido, de la vida, de su vida…
Simplemente está cansada.
El fuerte sonido de la lluvia cayéndose contra el suelo la hace despertar de su ensueño. Se levanta con un leve dolor por la silla de madera del escritorio donde estaba resolviendo y con un suspiro nostálgico queda hipnotizada por las gotas al caer, se encamina de manera rápida hacia la puerta de vidrio que da entrada a un pequeño balcón. Las disimuladas gotas resbalan por la superficie cristalina uniéndose unas con otras.
Ella se acerca tanto que su nariz toma contacto con la superficie y emite un cálido aliento que empaña el vidrio. Empuja la puerta entreabierta; con la angustia de lo que pudiera encontrarse, a pesar de la propiedad transparente; sus pasos son a hora corto y pesados.
Al salir es recibida con una infinidad de gotas que al chocar con ella se deslizan por su piel y caen desapareciendo en un pequeño charco que se va formando alrededor de ella. Su piel se eriza y un escalofrío le recorre por la espalda por el frío que le llega hasta los huesos y le hace creer que todo es un sueño. 

Se acerca a la baranda y observa desde su altura como una flor allá abajo en la tierra es golpeada bruscamente contra el suelo gracias a la lluvia. Siente pena por ella. ¿Cuánto más resistirá antes de romperse? ¿Es lo suficientemente fuerte?
Levanta la vista y observa la profundidad del cielo nocturno cuyo vacío y tranquilidad parecieran querer absorberla y llevársela; la luna adornando la gran faja azuleja que reflejaba en mil piezas la ciudad: tan blanca, tan triste, tan solitaria, tan parecida a ella…
La melodía de la lluvia y los truenos nublan y adormecen sus sentidos en su totalidad, es cuando sus pensamientos inundan su conciencia. Si tan solo pudiera desaparecer, si tan solo alguien comprendiera el dolor que le llenaba el alma.
A su mente viene el recuerdo de aquellas chicas de sus clases, las que se sientan al medio, las que tienen la sonrisa perfecta, las que no cometían ningún error, aquellas que se le daba tan bien ser alguien. ¿Por qué no podía ser como ellas? ¿Por qué le costaba tanto trabajo sonreírle o ser amable con alguien? ¿Por qué no dejaba de existir?
Una idea surge en su mente, mientras la lluvia se va intensificando cada vez más. Camina lentamente, como si le costara un enorme esfuerzo mover los pies y llegar hasta la orilla del balcón. Trata de subirse y mantener el equilibrio en el barandal, lo helado del metal bajo sus pies la hace sentir muy bien.
Mira abajo y observa las luces de la ciudad de los carros junto a las vías del tren y el tránsito que se genera, edificios iluminados que le otorgan al paisaje como si fuese un cuadro pintado que ha sido transportado a la realidad; con nostalgia respira el aroma del agua, la tierra, las personas con su indiferencia y comprensión; sus lágrimas se confunden con la lluvia y su vista se difumina hasta no dejarla ver la inmensidad a la que se enfrenta, ese sentimiento intrigante que la hace sentir reemplazable, insignificante y con la sensación de que todo podría terminar con un abrir y cerrar de ojos. Una sonrisa se forma en su rostro.
L e tranquiliza el hecho de que no tendrá que enfrentarse a un nuevo día ni a más indiferencias ni heridas, no volverá a salir y oculta el sol.
Su cálida risa se confunde con los sonidos de los truenos y las gotas solo caen.
El saber de qué nadie lamentará su muerte es una sensación mucho más fuerte que el medio que experimenta. Cierra tranquila los ojos mientras siente como la ropa se le pega a la piel y la lluvia como cascada le penetra el alma. Escucha unos sonidos, en especial una voz suave que la despide con desesperación, producto de su conciencia junto a notas musicales de piano que le recordaba a un anime llamado “Your lie in April”.
El tiempo parece eterno y aguanta la respiración esperando con ansias el impacto. Pero este nunca llega…
El sonido del despertador inunda sus oídos obligándola despertar.
Es recibida con la vista del techo blanco de su habitación.
La desilusión de ver el sol entrar por la ventana y sentir la calidez de las sábanas en su cuerpo, le causa un nudo en la garganta y la regresan a la realidad.
-El desayuno está listo- Escucha a su madre gritar desde la cocina.
Ella se prepara.
Coloca una máscara de felicidad en su rostro mientras le pide perdón al mundo por seguir existiendo, aunque su agonizante dolor fantasma siga siendo el mismo. A su mente regresa la imagen de la flor siendo golpeada por la lluvia. ¿Cuánto más resistirá antes de romperse? ¿Qué tan fuerte es en realidad?, se pregunta en voz baja al salir mecánicamente de su habitación bajando lentamente las escaleras.
Mientras baja pensaba ¿He ganado o perdido? ¿Qué se suponía que debía de hacer en aquel entonces?
 ¿Fin?


                         EL TUMOR   


Verónica era una persona que le gustaba vivir sola, no era muy unida con su familia; ella se despertó como cada día para ir a su trabajo, y uno de esos días ella sintió fuertes dolores en la cabeza, náuseas, etc. Verónica no podía concentrarse (trabajaba en una oficina) , así que decidió ir al hospital y cuando el doctor le atendió se sorprendió con lo que vio; era un tumor en la cabeza que pocas mujeres la tenían, ya que era más común en los hombres. El doctor diagnosticó que era el llamado “tumor maligno” (se originan en las células del interior del cerebro o en las que están próximas a este).
Verónica tenía que seguir un tratamiento, que le iba cambiar su vida cotidiana y a la vez iba a tener cambios faciales.
Ella podía creer que le pasara una cosa así porque era exitosa, tenía una profesión, sabía relacionarse con la gente, etc; pero todo eso cambiaría. 

Tenía que ir al hospital durante una semana para que  revisen como es el tumor, pero después tenía que seguir una serie de tratamientos.
Verónica cuando iba a su trabajo sus colegas la miraban distinta, se veía más pálida y siempre andaba cansada. Era igual cuando salía con sus amigos la veían distinta hasta el punto de que se alejaran; los que creía que eran sus amigos no estaban para ayudarla solo estaban en momentos felices o en fiestas.
En ese momento se dio cuenta de que en verdad no tenía amigos  de verdad.
Cuando se encontraba con sus familiares (primos y tíos, no eran muy cercanos) no quería comentarles de su tumor para no preocuparles, pero pensó que la podían ayudar ya que andaba sola, sin embargo no les comentó nada.
Pasaron semanas y los doctores no le daban buenas noticias, al contrario, el tumor se ponía cada vez peor.
Después de un largo tiempo se encontró de nuevo con su familia. Todos la miraban extraña a Verónica, su cara estaba desfigurada, era irreconocible. Ahí fue cuando ella les contó todo, sin embargo su familia le dio la espalda, ella sin decir nada se retiró y se fue a su casa. Esa noche  se quedó pensando en como cambió su vida totalmente y a la vez se dio cuenta que clase de amigos tenía y familiares.
Verónica sentía que todo el mundo se le había tumbado.
Además tenía que pagar sus tratamientos ya que eran demasiado costosos tanto así que empezó a endeudarse.
Así que decidió quitarse la vida y llorando dijo: “Quiero terminar con todo ya, no valgo para nada y no le importo a nadie. La vida no merece la pena”.
Verónica agarró su pistola que tenía guardado en su ropero y de repente los vecinos escucharon un disparo.            


                 LA BAILARINA EN BUSCA DE SU PASIÓN   

En una ciudad vivía una chica llamada Carolina era muy amigable, le encantaba los animales y era apasionada al baile, tenía muchos planes en mente que quería realizar uno de ellos era llegar al primer puesto en el concurso que estaba organizando su colegio, el que ganaba  tenía una beca para la universidad de PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), ella estaba muy emocionada por el concurso y como ella le faltaba poco para terminar el colegio era una gran oportunidad, así que empezó a ensayar y hacer su coreografía para el concurso, pasaron los días y ella ensayaba aún más, ya que algunos pasos que no le salían como ella quería, al pasar de los días ya se acercaba el concurso y su coreografía estaba lista, llego el día que estaba esperando, había un montón de gente rodeando el escenario y bastantes concursantes, se veían muy buenos bailarines, en la competencia habían tres pruebas que teníamos que pasar , la primera era un baile personal, la segunda baile en pareja improvisado, la tercera era baile grupal, todos los competidores tenían que pasar esa prueba y solo los se quedaban a competir por la beca, cada concursante salía y daba lo mejor que podían, eran buenos bailarines, hasta que llego mi turno de demostrar mi pasión, estaba súper nerviosa fue un punto en contra de mi favor pero al terminar mi baile dieron su puntaje y me di cuenta que no me fue nada mal, terminaron la primera prueba de la competencia y ahora le tocaba hacer la segunda prueba felizmente unos de mis amigos se ofreció a ayudarme con la segunda prueba, él se llamaba Nick, él era bueno en las clase de baile que hacíamos en el colegio, pasaron varias parejas y al fin me tocó bailar, lo bueno que con Nick nos entendemos al bailar, puedo admitir que e tenido nervios al bailar durante la competencia, pero con Nick me siento segura al bailar es muy bueno, bailamos la canción que nos pusieron y creo que lo hicimos bien, hasta que por fin llego la tercera prueba de grupo, esto se trataba que todas las personas que con la cual competíamos teníamos que bailar improvisado, salió bien y cada uno bailo a su estilo al terminar la competencia estuve muy nerviosa, los jueces estaban hablando y decidiendo quien pude obtener la beca, hasta que hablo uno de los jueces y dijo “que todos los bailes estuvieron buenos pero solo uno de los que compitieron va a tener la oportunidad de poder estudiar en la universidad, el ganador de la competencia es…”, unos de los jueces le interrumpió, se quedaron hablando y al final dijo “fue una decisión difícil y no se pudo decidir muy bien así que, hay dos ganadoras… ,es… Mariela y Carolina”, estaba muy emocionada, no me lo esperaba que poder tener una beca de lo más anhelo, Me llamaron los jueces y me dieron una carta diciendo felicitaciones has logrado ser parte de la Universidad PUCP una de las mejores universidades de baile, al final se cumplió mis sueños, pasaron los años, ya me había graduado, y ya estaba trabajando en un teatro, me alegra la oportunidad que tuve con mi carrera que tanto anhelaba.
                        

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