Más que un alma
Soy
Miruki Nakashima, actual capitán del escuadrón 3 después de la traición del
anterior capitán hacia los demás escuadrones, nadie se me suele acercar mucho
porque dicen que soy raro, bueno, no los culpo. Nadie quiere estar cerca de un
psicópata, considerando que acabo de salir de mi condena de 50 años por matar a
alguien de mi escuadrón, no los culpo, ni yo me quiero así que no me importa si
los demás lo hacen o no. Tengo mejores cosas en las cuales preocuparme aparte
de mí mismo.
– Ah…
que lindo día, ya extrañaba recibir la luz del sol después de estar mucho
tiempo encerrado, lo otro sorprendente es que no me han quitado mi puesto de
capitán… que justicia más estúpida la verdad, ¿Hmm… pero ahora que puedo hacer?
Dudo que alguien de mi escuadrón quieras acercarse a mi después lo que hice…
Suena lindo, sus caritas asustadas al ver entrar a su amado capitán no van a
tener precio… Pero también escuche por ahí que el capitán del escuadrón 12 creo
un gigai nuevo, vamos a ver si el científico loco logro sorprenderme esta vez… –
Gigai* : Alma modificada/Marioneta con conciencia propia
que funciona con una píldora que contiene un alma artificial dentro
Miruki
camino por los exteriores del escuadrón 12, con total emoción de ver la nueva
creación de su amigo, anteriormente había un gigai, pero no captaba el interés
de Miruki, algo que ni el mismo supo explicarse dada su retorcida naturaleza
Una vez que llego
– Aun
soy bienvenido aquí?... ¿Halo? Mayuri?... Hmm? – La expresión de Miruki se volvió de sorpresa al ver un chico parado
frente a él – ¿Alguien nuevo? Lo dudo… Mayuri odia a los reclutas nuevos… –
Pensó para sí mismo – ¿Y puedo saber
tú quién eres? Nunca te vi por aquí antes
– Hola.
Soy Isoke, mi creador es el capitán Mayuri, ¿puedo saber a qué se debe tu
llegada? – dijo con un tono neutral,
careciente de cualquier forma de vida, incluso a sus ojos le faltaba el brillo
significativo … este era el nuevo gigai de Mayuri? Que interesante.
– Así
que Isoke? Un gusto, soy Miruki, amigo del quien tu nombras como creador…
¿supongo que tú eres el regalo que me preparo verdad?... Bueno, regalo no, yo
mismo me regalo mis cosas así que debería pedirle las gracias al capitán Mayuri
después por tu muy amigable bienvenida… – Dio
una mirada cálida y una sonrisa agradable, pudo ver desde lejos la inocencia y
genuinidad del ser frente a él, el simple hecho de saber con quién pasar un
tiempo de diversión lo excitaba
Isoke
solo lo miraba confundido y algo sorprendido, a pesar de ser un gigai podía
sentir emociones, la presencia del intruso lo hizo sentir asustado e
intimidado, cosa que nunca sintió antes considerando que fue creado hace una
semana
– Eh…
¿De nada? Supongo… Solo sé que mi creador esta fuera en una misión junto con
Nemu, mi hermana, así que no creo que lleguen rápido… – Dijo con un ligero temblor en su voz, miro hacia los lados nervioso, en
medio de la oscuridad estaba encerrado con ese mounstro del cual desprendía
morbo y otro tipo de pensamientos turbios
– Por
el ya no te preocupes, ¿qué te parece si yo te cuido a partir de ahora?... ¿No
suena una buena idea tener a un niñero que te cuide y proteja todo el tiempo?
Así te vas a sentir más seguro, a mi lado por supuesto…Deja de dudar y ven
aquí, dame un abrazo, estar encerrado mucho tiempo hace que extrañe el afecto
de otra persona, o en tu caso, alma… ¿Y bien? No me hagas esperar, ven rápido. –
Isoke a
pesar del miedo que sentía se acercó a los brazos abiertos de Miruki, una vez
que estuvo lo suficientemente cerca sintió una punzada en el pecho
– UPS,
¡parece que mi catana se me resbalo… JaJa! ¿Te duele? – Dijo Miruki con una sonrisa retorcida en su rostro mientras la sangre
salir y descender por el pecho de Isoke, y para su sorpresa no vio siquiera una
mueca de dolor en su rostro, más bien una de confusión y ligero miedo
– Yo…
¿Esto es un abrazo?... – Isoke soltó una
pregunta al aire cuestionándose a sí mismo si esto era correcto, dio un pequeño
quejido al sentir la catana salir de su pecho haciéndolo escupir un poco de
sangre manchando el suelo del lugar
– Por
dios, ¡mira lo que has hecho!... Haz manchado todo el suelo y tu pecho está
sangrando mucho… Ay, qué mal. Debería de curarte… ¡Ven conmigo pequeño ser
maravilloso! – Como si fuera un niño
sujeto a Isoke y lo llevo cargado hacia un laboratorio que solía usar en sus
tiempos como un simple miembro del escuadrón, era su hora de jugar con su
pequeño regalo
Miruki
tiro a Isoke con total indiferencia hacia una camilla con correas que mantenían
su cuerpo recto y quieto dejando su pecho la una parte expuesta libres de las
correas, al alrededor del pequeño laboratorio se podían ver diferentes tipos de
materiales médicos, desde bisturís hasta fármacos de dudosa procedencia
–
Veamos, como puedo empezar contigo… Hmm… ¡Ya se! Escuche por ahí que los gigai
como tu tienen su píldora en mitad del pecho… Con tu total autorización voy a
comprobar si es verdad… Todo en nombre de la ciencia claro, ¡JAJA! – Después de la risa de Miruki procedió a ver
cuidadosamente los utensilios médicos que tenía a su lado, aparentemente
dudando de cual elegir – Hmm…sabes, no soy alguien exigente con las cosas,
así que vamos a probar este – Dijo
mientras sostenía un serrucho en sus manos
Con
total gozo Miruki paso el serrucho por el pecho expuesto de Isoke abriéndolo en
el proceso dejando sus órganos internos a la vista, pero lo que más enojaba a
Miruki un poco era el hecho de que Isoke no se quejaba o ni siquiera este
gritando o retorciéndose de dolor
– Así
que eres de los luchadores, entiendo… pero no me conformo con esto – Dijo con una voz seria y ronca, llevo sus
manos hacia el pecho abierto de Isoke y empezó a hurgar entre los órganos manchando
sus brazos en el proceso, intencionalmente apretó algunos órganos esperando una
reacción, pero nada, esto lo estaba frustrando cada vez mas
– Bien…
Parece que… Eh… La píldora se fusiona con tu alma realmente, pero no eres más
que un simple muñeco inútil, ¿siquiera sabes sentir dolor o eres igual de
inservible que tu hermana? Uh… Y yo que pensé que eras mejor de lo que pensaba,
Mayuri logro decepcionarme de nuevo… Pero ni modo, si tengo que divertirme,
aunque sea un poco antes de encontrar a alguien real deberá ser antes de que
Mayuri venga y me mate a mi… – Dijo con
total decepción y fingida emoción, tiro el serrucho por algún lugar del
laboratorio, era hora de que desahogue su frustración y enojo con este pobre
gigai
Miruki
en un arrebato de ira arranco uno de los órganos de Isoke dejándolo tirado en
el suelo, miro hacia el rostro de Isoke pero no hubo reacción alguna, ninguna
queja, ningún grito, ni una maldita lagrima salían de sus ojos. Cada vez se
sentía más y más confundido, frunció levemente el ceño
–
Supongo que puedo intentar darte una oportunidad de complacerme… que tal si…– Dudo un poco y con un bisturí corto un
trozo de la carne de Isoke, sin ninguna duda lo llevo a su boca masticando la
tierna carne – En toda mi vida nunca había probado una carne tan deliciosa
como la tuya… Parece que si eres útil después de todo…Me voy a dar un gran
festín contigo… –
Después
de un tiempo que parecía una eternidad el cuerpo de Isoke yacía entre partes
divididas, algunas partes de su piel incluso faltándole
– Bebes
mi sangre con mucho morbo… Es raro, eres raro… – Dijo agotado mientras veía a Miruki comerse un trozo de sus dedos, lo
único intacto que quedaba de Isoke era su cabeza y torso, las demás partes
faltantes fueron digeridas
–
Cállate, la comida no habla… ¿Y sabes que es lo mejor de todo? Que puedo pedir
que te regeneren… Nunca tendrás un descanso hasta que logre sacarte un grito de
dolor desde tu garganta – Con una leve
sonrisa Miruki clavo un cúter en la yugular de la cual empezó a salpicar sangre,
pero como era de esperarse Isoke no falleció o hizo queja alguna, solo sintió
un dolor interno, el dolor de ser incapaz de sentir algo común como el dolor o
sufrimiento
El
resto de los días Isoke era acosado constantemente por Miruki hasta el punto de
sentirse paranoico cada vez que salía de su escuadrón, teniendo pesadillas
constantes, su creador era el que menos le importaba su condición mental,
llegando al punto de imaginar cosas.
Ser
real, pero al gran costo de tener miedo de todo lo que te rodea, el miedo de
saber que no tienes escapatoria de tu futuro, lo peor de todo, tu asesino y
acosador no podía ser condenado ya que no te consideraban alguien real, nada
más que un alma artificial hecha para experimentos
Las personas no
pueden ser pensadas para definir vida; sin embargo, las emociones pueden ser
usadas para definir la vida
sosuke
LA ESCUELA EMBRUJADA
Un día
en inicio de clases Margot fue muy contenta, pero sabiendo que al colegio que
iría era antes un cementerio. Cuando llegó al colegio sintió una vibra muy
pesada, o tal vez lo que tenía solo era miedo, porque sabía lo que realmente
era ese colegio antes. Al pasar las semanas ella no podía hacer amigas, ya que
lo de ser social no se le daba, era la única solitaria del salón y por eso
siempre se sentaba atrás en una esquina. Al día siguiente ella fue la segunda
en llegar, o bueno eso creía Margot, ya que quien llegó era un alma el cual
solo ella podía ver, porque esa alma tenía un objetivo, la cual era rencarnar
en el cuerpo de ella. El se sentaba al costado de ella para tenerla vigilada
todos los días, los demás no podían verlo, por eso es que nadie se daba cuenta
de lo que pasaba, el pensaba que Margot sería una presa fácil porque siempre la
veía sola. Pasaron los días, el seguía vigilándola, hasta el punto que a Margot
se le ocurrió hablarle para pedirle prestado un borrador, al momento que ella
le pidió todos la miraron raro, porque pensaron que ella estaría loca, una
compañera le preguntó ¿A quién le pides prestado? ¿Si sabes que no hay nadie
ahí verdad? ¿Qué te pasa, estas bien? Margot voltea a verla y le dijo, no ves
que ahí está un compañero nuestro y al momento de voltear para querer agarrar
el borrador ella dejo de ver a su compañero y solo veía una silla sola sin
nadie, al momento de la salida cuando estaba yendo a su casa caminando sola, se
puso a pensar de todo lo que le pasó en su salón, si de verdad era un
compañero, si solo por los nervios se fue corriendo y ella no se dio cuenta, o
si tal vez era uno de lo almas que estaban enterrados ahí antes, en fin se hizo
muchas preguntas que no la dejaron tranquila. Al día siguiente ella no sabía si
ir o no al colegio, pero fue tan valiente de su parte que se convenció en ir,
pero era la peor decisión que pudo tomar. El alma ese día ya tenia planeado
reencarnar en ella, ya que Margot ya tenía sus sospechas sobre ese compañero.
El la llamó diciéndole si podían hablar sobre lo que pasó ayer, del porque se
fue corriendo, el la llevó al cuarto de limpieza del colegio donde todo era muy
oscuro, ella se asustó y dudo en entrar, tenía mucho miedo. El alma al verla
dudar la empujó para que entre, se convirtió en el demonio que era, sus dedos
con garras lo metió en la boca de ella, lo metió hasta el fondo para poder
reencarnar en ella, el alma pudo contra ella, se fue a otro colegio, sus padres
no sabían donde estaba Margot, la dieron por desaparecida. El alma se fue a
otro colegio para poder hacer mas maldades con otros chicos que entraban y eran
solitarios igual como era Margot.
Tumbalafiesta
EL
FINAL DE AXEL BAKER
Una pareja de
esposos, Axel y Dafne, se encontraban cenando en la pequeña casa a la que se
acababan de mudar, el frío invernal entraba por las ventas mientras mecía las
cortinas desgastadas. Ninguno decía una sola palabra. Dafne lloraba ante la
muerte de su difunto padre. Axel se limitaba a mirar su plato y comer en
silencio, mientras las ganas de preguntar por la herencia lo carcomían por
dentro. Los minutos pasaron y se atrevió a romper la tranquilidad presente.
–Dafne, sé que
ha sido difícil la muerte de tu hermana, y ahora con la muerte de tu padre no
imagino el dolor que estás sintiendo. Quiero que sepas que, si necesitas hablar
de algo, voy a estar aquí para ti. –cogió la pequeña y suave mano de su mujer
mientras agarraba un pañuelo para secar sus lágrimas–. Sé que esta casa te la
heredó tu padre, pero ¿El resto de la herencia?
–Aprecio tu
apoyo, Axel. –apretó su mano–. El resto de la herencia ya está a mi nombre,
mañana lo transferiré a nuestra cuenta conjunta y las propiedades las pondré a
tu nombre.
La euforia invadió
su ser. Por fin se desharía de ella y se quedaría con toda la fortuna de su
yerno. Mañana, cuando Dafne regresara de la notaria y del banco, cuando por fin
termine con las transacciones, la asesinaría. Tenía el plan perfecto, nada lo
detendría.
Al día
siguiente, la mañana transcurrió con normalidad; Dafne fue al banco y luego a
la notaría, tal como había dicho. Cuando la suave sombra oscura ocultaba al sol
y el canto de los cuervos resonaba en el bosque silencioso. Tocaron la puerta.
Axel se acercó a la entrada para recibir a su esposa con un cálido abrazo y una
sonrisa, sonrisa que ocultaba sus verdaderas intenciones. Ambos se sentaron en
el comedor y empezaron a platicar; Axel ocultó su genuina felicidad mientras
preguntaba a su esposa como se sentía el día de hoy.
–Axel, yo
agradecería no hablar del tema por ahora. Creo que deberías arreglar las
ventanas, están por caerse y el frío ingresa con mayor intensidad por las
noches.
–Está bien. Iré
al cobertizo por las herramientas. –se levantó de la mesa y se dirigió al
cobertizo. Al salir del comedor, no pudo evitar soltar una pequeña risa
mientras se encaminaba danzante al pequeño porche.
Empezó a buscar
el hacha que había afilado ese día en la ausencia de Dafne. Cuando la encontró,
la miró maravillado. Por fin tendría todo y nadie se enteraría de la muerte de
su mujer. La única familia que tenía Dafne eran su padre y su hermana, su padre
falleció por de un derrame cerebral, pero ¿Y su hermana? Poco se sabe de ella.
Un día desapareció. La búsqueda de los policías fue en vano así que poco tiempo
después archivaron el caso.
Axel llamó a su
mujer al cobertizo, con la excusa de que lo ayudara a sostener unas cosas, pero
en eso, una fuerte brisa entró y azotó la puerta. Un escalofrío recorrió su
espina dorsal. Su cuerpo se heló y su piel se erizó. El miedo lo invadió. Pudo
ver que con la brisa entró una pequeña sombra, que revoloteaba por todo el
pequeño cuarto. Los planos y las herramientas salieron volando por todas
partes, una cierra le hizo un corte en el hombro, así que él se tiró al piso
para evitar otro daño. De repente, la puerta se abrió.
–¿Qué haces en
el piso? –dijo Dafne con un tono de indiferencia.
Antes de que
pudiera decir algo, Axel se levantó y miró como la habitación estaba intacta.
No había rastro de lo acontecido, solo el corte que se había hecho. Cuando
Dafne vio el corte supuso que fue con el hacha que él sostenía. Lo llevó dentro
de la casa para limpiar la herida antes que se infectara y luego se fueron a
dormir.
El pánico que
sintió Axel hace un momento no lo dejó descansar en toda la noche. Cuando
intentaba dormir, escuchaba los sollozos de una pequeña niña. Los sollozos que
tanto le recordaban su época de cuando era solo un adolecente, volvieron a
atormentarlo.
A la mañana
siguiente, Dafne salió al bosque a dar un paseo y de camino recolectar un par
de frutos para preparar la tarta que tanto le gustaba a su marido. En su
ausencia, Axel decidió continuar el plan. Esta vez la esperaría en su
habitación. Aún de día, nuevamente fue hacía cobertizo a sacar el hacha que
había dejado la noche anterior. Entró por ella con prisa para luego afilarla
aún más. Luego de estar afilando por un rato, se cortó con solo tocar el filo.
Al ver como el filo del arma era perfecto, se aproximó a la habitación que
compartía con su esposa. Una vez ahí, volvió a mirar el hacha, y una risa
desquiciada llenó cada esquina de la habitación. Como si de un demonio se tratase,
los cuervos que se encontraban posados en el árbol que tenían fuera, se
acercaron a la ventana de la habitación y empezaron a graznar junto con la risa
de Axel.
–No puedo creer
que me dejé llevar por una absurda imaginación ¿Ustedes lo creen? Solo fue mi
mente jugándome una mala pasada. –su semblante cambió a uno más serio– Debo
estar loco ¿Qué hago hablando con ustedes? Sucios cuervos ¡Fuera, lárguense!
Axel los espantó
y cerró la ventana. Al cerrarla, pudo divisar a lo lejos como Dafne venía con
una pequeña cesta de frutas. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
Saltaba de alegría pensando en que haría cuando por fin se deshaga de ella,
cuando toda la fortuna estuviera en sus manos.
Se echó en la
cama mirando hacia el techo, imaginando como sería su nueva vida. En medio de
eso, la misma brisa de la noche anterior ingresó con fuerza. Esta vez, una
niebla oscura irrumpió toda la habitación. Axel saltó de la cama y corrió
presuroso hacia la puerta que, al intentar abrirla, esta solo se desvaneció. Ingrata
fue su sorpresa al acercarse a las paredes y darse cuenta que las ventas habían
desaparecido de igual manera.
Agarró el hacha
y se quedó en una esquina de la habitación, mirando hacia donde antes había
estado la puerta. Sus ojos se abrieron de par en par al ver como la silueta de
una pequeña niña se formaba. Se le hacía extrañamente familiar. Poco a poco esa
silueta empezaba a notarse con mayor claridad. Cuando por fin se dio cuenta de
quién era, su corazón empezó a latir tan fuerte hasta el punto de que le dolía
doliera el pecho. El recuerdo de su juventud retornó a su mente…
[…] Axel se
encontraba con sus amigos, buscando la cabaña escondida del bosque. En el
camino, se cansaron de buscar la pequeña cabaña así que decidieron volver. Al
instante que Axel se dio la vuelta, sintió como algo pequeño chocó contra él.
Era una pequeña niña. Uno de sus amigos empezó a burlarse de su ropa
desgastada, a lo que ella le lanzó un par de piedrillas. Esto enfureció al
joven que, la levantó y se la arrojó a otro de sus amigos. Así ellos empezaron
a jugar, lanzando a la niña por los aires. Cuando se la dieron a Axel, dudó en
seguir con el “juego” al escuchar los sollozos de la niña. Pero uno de sus
amigos pidió que se la pasara de vuelta, a lo que Axel la tiró sin ver hacia
donde, confiando en que la atraparían. Algo golpeó contra una piedra. La niña,
con la cabeza partida, yacía en el suelo. Axel miró el cuerpo horrorizado.
«¡Axel tiene la
culpa!» Gritaron todos mientras salían corriendo, dejando a Axel conmocionado
por lo sucedido, solo con el cuerpo. Levantó el cadáver y empezó a buscar con
desesperación donde esconderlo, hasta que encontró un acantilado, donde antes
de aventarlo, vio como tenía un lunar en forma de estrella en la frente. […]
–Ahora entiendo
todo… ¡Eres tú! La pequeña hermana de mi esposa… –luego del flashback, Axel
recordó que su mujer había mencionado que su hermana tenía un lunar en forma de
estrella en la frente. Incluso le mostró una foto de su hermana cuando era
todavía una bebé. Había matado a la hermana de Dafne y, ahora mataría la misma
Dafne. Ahora entendía porque esa sombra impidió su primer intento de asesinato.
Pero esta vez no se quedaría quieto. Agarró el hacha con más fuerza, mientras
la locura lo tomaba preso.
–¡Mi conciencia
me carcomía por tu culpa! Hasta que mi mente no bloqueo el recuerdo ¡No pude
vivir en paz! –corrió hacia la niña dispuesto a atacarla, con lágrimas
corriendo por sus mejillas y con un evidente enojo. El hacha golpeó contra
algo. La niebla se dispersó. Axel cerró los ojos y siguió dando golpes con el
hacha, una y otra vez.
Se arrodilló en
el piso, mientras la frustración se apoderaba de él. Apretó los ojos mientras
golpeaba el piso. Escuchó como algo salpicaba. Abrió los ojos lentamente y vio
como sus manos, su ropa y las paredes, estaban teñidas de un todo carmesí, cual
rojo vivo le recordaba nuevamente su crimen del pasado. Buscó desesperado con
la mirada el cuerpo de la niña. Un suspiro aliviado salió de su boca.
–Oh, Dafne. Creí
que había vuelto a matar a tu hermana. –se levantó moribundo, sacudió su ropa y
fue por un saco. Ahí metió el cuerpo mutilado de Dafne.
Llevó los restos
al mismo acantilado donde muchos años atrás había arrojado el cuerpo de su
hermana «¡Ojalá te encuentres con ella, querida Dafne!» gritó en el acantilado
mientras dejaba caer aquel saco que contenía la victima de su nuevo crimen.
Esa misma tarde
fue al pueblo, sin cambiarse la ropa. A cada persona con la que se cruzaba le
decía entre risas: «¡Creí que había matado a la niña! Pero solo había sido mi
esposa». Los habitantes alertaron a los policías. Se acercaron a Axel y el
describió con detalles su crimen, pero no se cansaba de repetir: «¡Tranquilos,
no maté de nuevo a la niña!».
Al día
siguiente, lo llevaron con el Sumo sacerdote del pueblo para que se confesase
antes de su ejecución. Había sido condenado a muerte. En camino hacia el
verdugo, Axel no paraba de sonreír; saludaba a todos, alegre y cantante.
–Axel Baker,
eres condenado a por la muerte de las hermanas Winston ¿Septem verba?
–¡No volví a
matar a la niña! –gritó Axel mientras reía.
Antes que la
guillotina cortara su cabeza, Axel miró al frente. Divisó entre la multitud la
silueta de ambas hermanas, observó cómo lo menospreciaban con la mirada. Abrió
la boca para decir algo más, pero era tarde. La guillotina había caído.
Monarca