EL PERRO Y EL GRILLO
Un día en una casa había un perro
y un grillo, ese día el grillo se quejaba con el perro y le dijo: "Deja de
ladrar no me dejas dormir, además no hay nadie"; el grillo tenía razón ya
que los dueños se habían ido de viaje; es así que el perro le respondió: "Discúlpame,
es la única manera de cuidar la casa, trataré de no ladrar", sin embargo
el perro tenía que soportar todas las noches el grillido del grillo que no lo
dejaba dormir; pasaban los días y el perro cumplía su trato, por otro lado no
podía dormir por el grillido.
Un día en la noche el perro le dijo al grillo:
"Por favor puedes dejar de grillar, es que no puedo descansar"; el
grillo prepotente le respondió: "Yo no tengo sueño y tengo que grillar
para no aburrirme", el perro molesto trato de dormir. Al día siguiente el
perro comenzó a ladrar en la hora de la
siesta del grillo; el grillo molesto le dijo: "Cállate que quiero dormir”, entonces el perro le respondió: "Ayer te pedí que dejaras
de grillar y no quisiste, sin embargo cuando me pediste que dejara de ladrar,
lo hice; solo quería dormir un día
tranquilo", el grillo arrepentido
le dijo: "Tienes razón, yo no te tolere y te dije que te callaras,
tu me toleraste y no fui justo contigo", trataré de no grillar mientras
duermes. Así los dos fueron cumpliendo su trato de no molestar al otro mientras
duerme.
EL REBAÑO
Dícese que el Dios Pan, cansado de andar por el bosque, llegó cierta vez
a un establo sin ovejas, entonces se transformó en uno y así pasó algunos
meses. Cansado también de la soledad decidió crear cinco ovejas que lo apoyen
en su aislamiento. Para variar, los dotó con diferentes personalidades, uno era
perezoso, otro, vanidoso, uno goloso, en cambio otro era lujurioso y la última
de todas era irascible.
Ellos vivían contra los otros, juzgándose entre sí, solo mediados por
Pan, que en su absoluta bondad no los hacía ver sus deficiencias sino les
hallaba un punto en el que se sientan bien consigo mismas.
Cierto día Pan descansó, y, es bien sabido que no se le debe de
despertar, siendo que despertarían su ira. Las ovejas entonces empezaron a
odiarse, corrían con sigilo, con miedo a despertar a Pan, se miraban y
atormentaban sino balbuceaban pestes del otro, entonces, por unanimidad, aunque
sin abrir el hocico, decidieron salir del establo. Éstos jamás supieron que los
lobos no se acercaban porque Pan puso su protección en el establo; cada uno se
fue por diferente camino.
El perezoso tan solo buscó una roca en la cual dormir, al despertar, se
vio rodeado por una manada de lobos hambrientos, los cuales no dudaron un
segundo y destriparon al animal.
El vanidoso buscó un lago en el cual observarse, rodeado de narcisos,
reía y se alababa, siendo su reflejo y él uno solo, sin darse cuenta que poco a
poco su reflejo ya no estaba más solo, sino que lo acompañaba una figura
canina. No tuvo tiempo siquiera de voltear y éste lo tomó del cuello y lo
partió en dos. Se teñía el lago rojizo.
El goloso pastó hasta llenarse por completo, cada paso tambaleaba,
saltaba, caía, y en cierto momento, patas arriba, no se pudo voltear nuevamente.
Su final fue peor, la noche cayó sobre el viento que jalaba consigo hojas
otoñales, que crujían y tapaban de a poco al gordo animal. Ya tapado, la
diversa fauna se encontró con semejante banquete y fue devorado en periodos de
días, semanas, meses, hasta que tan solo quedaban huesos amarillos y grasa
pestilente.
El lujurioso buscó piedras preciosas en los cauces de los ríos, tan solo
usando una bolsa de tela en su lomo el cual sentía el pesar de las rocas cada
vez más. Llegó a tales (extremos) que las piernas de este se movían como
simples cartas de naipe suavemente acomodadas para formar una pirámide, en
cuestión de segundos cayó patas abiertas y fue el momento perfecto para que,
empezando por las patas, los lobos empezasen a comérselo.
El iracundo oyó que sus hermanos habían sido cazados por lobos y, siendo
éste el más fuerte de todos, fue a vengarlos, caminando largos trechos de
tierra, agua, nieve y suelos en general. Cada paso era energía perdida, pero su
rencor crecía. Finalmente, entre la nieve murió, cansado de buscar y no
encontrar. Los lobos, en señal de respeto no se lo comieron, simplemente lo
enterraron en la nieve.
Pan despertó, vio que faltaban sus pupilos y llegó a la conclusión,
siendo un dios, que debido a sus diferencias éstos escaparon y fueron devorados
por los lobos. Pensó entonces cuan estúpido había sido al no hacerles ver lo
mal que estaban, en cambio los motivó a seguir con sus pecados. Finalizó su
pensar diciendo para sí mismo que debía de, sutilmente, hacerle ver a otros sus
cualidades, pero también sus defectos, ya que, si no, acostumbraría a estos a
pensar que su actitud es la correcta al escuchar solo buenas cosas de si
mismos, en cambio si les haces ver sus defectos estos cambian para bien al
querer mejorar como animales.